“La gente extraña tener al artista cara a cara”, explica José Palazzo, el productor cordobés de espectáculos, y se sincera: “me siento con mucha nostalgia y tristeza”. Es que este fin de semana se deberían movilizar hacia Córdoba cerca de 120.000 personas para disfrutar de dos días a pura música en el festival más grande de Latinoamérica que se instala en el Valle de Punilla desde 2001: el Cosquín Rock.
Si bien el coronavirus golpeó de lleno en la posibilidad de gozar de un buen recital, la industria que genera espectáculos en vivo, especialmente en la provincia mediterránea, volvió a movilizarse en esta temporada de verano, en la cual se realizarán más de 500 shows de enero a marzo con público presente. Pero la cantidad parece ser un paliativo para quienes viven de su maquinaria. “No son rentables, nadie gana dinero, pero lo hacemos para no perder la cadena de valor y generar algunos recursos”, aseguró en diálogo con LA GACETA.
- ¿Qué sucedió con la música en 2020?
- Fue un año bisagra para la industria. Los productores nunca nos imaginamos vivir lo que pasó; aunque la competencia siempre existió, dejamos de lado las rivalidades comerciales -son solo eso- y nos unimos en cámaras y asociaciones porque entendimos que el sector es uno solo y si no está unido y ordenado es muy débil. Básicamente buscamos herramientas ante la crisis y el Estado -nacional, provincial y municipal-, que al principio estuvo en estado de shock, luego brindó algo de ayuda, pero fue muy limitada.
- ¿Sintieron desamparo?
- Al sector del espectáculo la política no le presta atención como a otras industrias, por ejemplo, pero genera mucho trabajo y movimiento económico. Hoy contratamos alrededor de 60 personas por cada show que hacemos. Si pensás que en Córdoba se harán medio millar en temporada, sumando el teatro en Carlos Paz y en toda la provincia, le va a suponer una fuente de trabajo que duplica las que había habitualmente: hablamos de 5.000 personas empleadas este verano en este rubro. También da mucho trabajo informal: desde el acomodador de autos hasta el que vende un choripán a la salida. Miles reciben una dosis de esta industria.
- ¿Cómo se desenvolvió el trabajo durante el año pasado?
- Muchos empresarios comenzamos a defender a rajatabla y con mucho cariño nuestra cadena de valor porque entendemos que su desaparición sería una gran pérdida. Para quienes trabajamos en el rubro, la motivación y la experiencia son muy importantes. Por eso creamos una plataforma digital que nos permitió hacer el primer gran streaming del mundo, el 4 de agosto. Si bien algunos cantantes lo habían hecho en forma particular, todo se hacía desde la intimidad de su casa, y nosotros quisimos acercarle al público lo más parecido a un recital, a un evento presencial, aunque en sus casas. Costó mucho dinero y fue gran esfuerzo, pero tuvimos buenos resultados. Después vinieron otras experiencias a partir de septiembre y, como era lógico, el público perdió interés por el streaming.
- ¿Por qué creés que sucede?
- Porque el público necesita encontrarse con el artista cara a cara. Ahí empezamos a estudiar los protocolos de regreso y empezó el desafío de seducir, explicar y enseñar a muchas personas cómo son los espectáculos. También apareció un factor que yo consideraba tóxico, que tiene que ver con las fiestas clandestinas. Mientras sucedía la pandemia hablé mucho de esto: de cómo nuestra actividad podía ser demonizada porque siempre se piensa que quienes asisten a un recital están solo “de joda” y esa reunión causa el contagio.
- ¿Cómo se trabaja en un recital en vivo?
- Cada proyecto se maneja con muchos protocolos. Ordenar la gente en un estadio se hace a través de protocolos que nosotros venimos implementando desde hace muchísimos años, no es que lo hacemos por la pandemia. Cuando hacés un recital en un estadio de fútbol, tenés que organizarlo siguiendo habilitaciones municipales de espectáculos que te fijan la capacidad del lugar, la forma en la que se ingresa y egresa, cuáles son los lugares designados para emergencias, la cantidad de baños y seguridad y por persona y mucho más. Para una compañía como la nuestra, que ha hecho más de 70 shows en estadios y entre 30 y 40 festivales como Cosquín Rock, es un desafío interesante cada proyecto.
- ¿Y cómo se están realizando ahora, con protocolos sanitarios?
- Días atrás realizamos el show de Don Osvaldo con protocolo y salió muy bien. La gente estaba sentada tipo teatro. Entendemos que hay que respetar las medidas de salud, pero también sabemos que ellos están aprendiendo sobre la marcha cómo se desarrolla la pandemia. Nuestro desafío, que no es menor, es que la industria pueda, con los pocos ingresos que generan los shows con restricciones de público, volver a encaminarse y clarificar una reapertura que será para finales de este año. Quizás podamos arrancar 2022 con una mediana normalidad.
- Queda mucho camino aún...
- Los espectáculos en esta etapa no son rentables, nadie gana dinero con una sala que posee capacidad para 7.000 personas y podés llevar sólo a 1.000. Es una utopía. Trasladalo a otra actividad y es como que solo te dejen vender un 10% de los productos que tenés en stock. Con ese ingreso no vas a poder cubrir gastos fijos, carga impositiva y demás. Esta vuelta con protocolos se hace para no perder la cadena de valor y generar algunos recursos. Las bandas algo ganan, los transportes también, a quienes armaron un formato cooperativo les está dando resultado y así, algunas familias pueden tener algo de guita que no tuvieron en la cuarentena.
- En noviembre decidiste no hacer Cosquín Rock ¿Por qué tomaste esa decisión?
- El festival Cosquín Rock tiene características que lo hacen inviable en medio de una pandemia, porque se reúnen 120.000 personas en un fin de semana. Hay colapso de transporte y muchos otros factores que hacen que hoy sea muy irresponsable realizarlo. Creemos que cuando finalice todo y los protocolos se flexibilicen, cuando la mayoría de quienes asisten a los recitales estén inmunizados o vacunados, se podrá volver. El evento tiene mucho de experiencia: el viaje, ir con amigos, la comida, encontrarse, conocer gente nueva y escuchar buena música. Todo eso genera riesgo de contagio de covid-19 hoy. No podemos hacerlo y Cosquín con protocolo no sería un emprendimiento divertido.
- ¿Cómo te imaginás el regreso de los espectáculos en vivo?
- Esto no va a volver a ser lo que era. Quienes vivimos de los espectáculos necesitaremos entre tres y cuatro años para recuperarnos y poder volver al mismo estado en el que estábamos en 2019. Muchos de los que están en la carrera de la música en vivo, van quedaran en el camino. Algunos artistas que tenían muchas posibilidades, por coyunturas económicas, quizás terminen trabajando de otra cosa. También hay mano de obra con mucha experiencia que se volcará a otra cosa y eso nos hará perder gente interesante. Va a ser una etapa de transición y recordaremos cuando disfrutábamos de un recital sentado, como en el teatro. Pero hoy es la única manera que tenemos de hacer shows y algunos artistas quizás encontraron un público que había dejado de ir a sus presentaciones y hoy las disfrutan de sentado.